lunes, 23 de febrero de 2015

LA FISIOTERAPIA Y LA DANZA

Todos aquellos que nos dedicamos a la danza, ya sea como un simple hobby, de manera profesional, y como estudios secundarios a la universidad o el instituto, sabemos que es un “deporte” que requiere tanto (o más) esfuerzo como cualquier otro.  Sobre todo, si nos centramos en los dos últimos grupos, podemos ver que es una actividad que exige muchas horas y con ello me refiero a un “sobreesfuerzo” de nuestro cuerpo. Todos sabemos que cuando llevamos nuestro cuerpo hasta su límite las lesiones son casi inevitables, o al menos el riesgo de sufrir una se ve aumentado; y ¿quién mejor que la fisioterapia para tratar estas patologías, principalmente de tipo músculo-esqueléticas?





Existen múltiples modalidades en la danza: clásico, flamenco, moderno, bailes de salón,... Cada una ella se practica de forma distinta, pues los movimientos que realiza una bailarina de ballet clásica no se parecen a los que observamos en la danza moderna. Por ello debemos tener en cuenta que las lesiones tampoco serán las mismas en unos que en otros. Pero si hay algo que afecta a todos por igual es el DOLOR.  Como en cualquier actividad que requiera un gran esfuerzo por parte del cuerpo, una molestia o dolor lleva a entorpecer su realización.


Como estudiantes de fisioterapia se nos insiste mucho en la idea de  “postura ideal”, que es aquella en la que el cuerpo se encuentra alineado y en la que menos gasto energético hay por parte de los músculos y estructuras que se encargan de sostenernos. La postura de un bailarín es algo imprescindible para efectuar bien cada paso, pero muchas veces esta no se parece en nada a la “postura ideal”. Dejar todo tu peso sobre la punta de tus dedos, aguantar equilibrios imposibles o forzar la amplitud de tus articulaciones hasta extremos que parecen imposibles, son posiciones que se alejan, y bastante, de lo que un cuerpo normal puede realizar. Por ello, un bailarín debe estar preparado físicamente para el trabajo que va a realizar, pero no solo eso, también debe conocer muy bien cuales son las posiciones que debe evitar sino quiere acabar lesionado.



Pongamos un ejemplo: un bailarín o bailarina al caer de un salto debe flexionar las rodillas de manera que estas queden alineada con sus pies. Si por el contrario, las rodillas se vuelcan hacia dentro y en vez de caer sobre la vertical de los dedos de sus pies lo hacen hacia su interior el riesgo de lesión sobre esta articulación se ve multiplicada. Probablemente una sola caida no provocará daño, pero si nadie se encarga de marcar el error al alumno y él no es consciente de ello a la larga puede ser fatal.  Hablamos de dos razones para llegar a esta situación: porque se le ha enseñado mal, convirtiéndose en un vicio, que solo el bailarín, con mucho esfuerzo, conseguirá eliminar; o por el dolor.

Como ya hemos dicho, esta sensación puede ser un verdadero quebradero de cabeza para un profesional de la danza. Sentir una molestia cada vez que realizas un paso te lleva, de manera inconsciente, a evitar esa postura. Lo mismo que ocurre en cualquier persona que siente una dolencia al caminar y poco a poco va modificando su patrón de marcha para evitarla, cosa no solo no curará lo que ha provocado el dolor, sino que, además, podrá conllevar otras patologías. Pues bien, esta situación es fatal para las personas que viven de su cuerpo. Hablamos de profesionales que tienen jornadas de trabajo igual que cualquier otra persona, pero en vez de estar sentados en una mesa frente a un ordenador se dedican a ensayar, repitiendo una y otra vez los mismos pasos.

Debido a esto, la acción de los fisioterapeutas en la danza debe tener un gran componente de prevención. Evitar cualquier situación que puede dar lugar, a largo o corto plazo, una lesión es algo imprescindible en la vida de un bailarín. Para ello, debemos tener en cuenta que cuando vemos una actuación en un escenario el trabajo que hay detrás de él es mucho más de lo que se piensa. Durante las clases de preparación que el bailarín toma, existen una serie de etapas que se repiten de manera casi sistemática en cada jornada de trabajo:

  • La forma física tiene que ser la adecuada para poder combinar la fuerza con la elasticidad, los movimientos suaves y controlados con los de mayor brusquedad, la velocidad para realizar algunos pasos con la capacidad de resistencia (o fondo, como se conoce entre los bailarines) para aguantar largo bailes sin descanso.





  • Como en cualquier deporte, el calentamiento es indispensable para evitar lesiones, algo que no siempre se realiza correctamente por la falta de tiempo, sobre todo cuando se combina el baile con los estudios u otras actividades.

  • La progresión de la clase, iniciándose con los movimientos más calmados, para aumentar gradualmente el esfuerzo, algo que en las clases de ballet clásico se tiene muy en cuenta, comenzando por los ejercicios más básicos en la barra y finalizando en el centro con la realización de pequeñas coreografías.

  • Por último, el estiramiento después del ejercicio. En este punto existe mucha controversia sobre si es bueno su realización o no, algunos dicen que debería hacerse unos horas después, otros que nada más acabar, incluso se llega a decir que no es bueno su desarrollo. Así que mientras se llega a un acuerdo, desde mi opinión diré que cada uno debe hacer lo que mejor le haya funcionado hasta ahora, pues ninguna propuesta parece ser cierta ni desmentida del todo

No cabe ninguna duda de que la actuación del fisioterapueta tiene una perfecta cabida en cada una de ella, mejorando el rendimiento del bailarín. Esto podría mejorarse muy notablemente, con un trabajo interdisciplinar entre fisioterapuetas, nutricionistas y preparadores físicos titulados, pero es algo que no muchas compañías de danza se pueden permitir.

De cualquier modo hay algunas lesiones que son inevitables. En la danza las lesiones más frecuentes se producen en el miembro inferior, sobre todo en rodillas, tobillos y pies. Además suelen ser por sobrecarga o fatiga, por un calzado inadecuado, las propias limitaciones del bailarín o una técnica incorrecta ( como hemos nombrado antes), o recaídas de una lesión anterior (que son la mayor pesadilla de cualquier deportista).  Aunque sea cual sea la lesión, los objetivos de su tratamiento son claros: evitar el dolor, una curación combinando efectividad y rapidez de manera adecuada y la reincorporación a la actividad tan pronto como sea posible, evitando siempre que se vuelva a producir una lesión.  Uno de los puntos clave, sobre todo, en tratamientos de larga duración, será conseguir que cuando el bailarín se incorpore de nuevo tenga las mismas condiciones que cuando lo dejó. Para ello la paciencia y el tiempo en su justa medida y la constante evaluación del paciente serán esenciales. La reincorporación demasiado temprana y la pérdida de la condición física, deben ser una de nuestras prioridades como fisioterapuetas, después de la cura de la patología en si.




Todos conocemos el musical del Rey León, ya sea de oídas o por haber tenido el gusto de verlo. Lo que no todos se imaginan es el trabajo que hay detrás de ese gran montaje. No es un video muy reciente y puede que mucho ya lo hayáis visto, pero sin duda es el ejemplo más claro de como la fisioterapia debe trabajar con los bailarines, así que me parecía indispensable añadarirlo:


Y por si alguien sigue pensando que el trabajo de una bailarina es algo sencillo, a modo de curiosidad, este es un pequeño fragmento de un reportaje que le hicieron a Tamara Rojo (una de las mejores bailarinas de ballet del momento, española) junto a Cesc Fábregas (futbolista). Ambos viven de su cuerpo, pero de forma muy distinta:






Mercedes García

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